Androides y Post-humanos


Desde un punto de vista genealógico, es posible decir que las tecnologías digitales nacen a finales de los cuarenta, el origen de su gran revolución se puede ubicar a comienzos de los setenta con la aparición en 1971 del microprocesador.


La década del setenta constituye de este modo un período fundamental en la historia de nuestro presente tecnológico al haber preparado el camino para la explosión global, décadas más tarde, de las tecnologías digitales.


El impulso tecnológico orientado a la integración entre hombres y máquinas ha ido evolucionando de forma paralela al desarrollo de la informática y otras tecnologías de la información y la comunicación (nano y biotecnología, ingeniería genética, electrónica, etc.).


Así, la explosión de las tecnologías digitales durante la década de 1970, y en especial en 1980 y 1990, ha potenciado las posibilidades de creación de máquinas-humanas y humanos maquínicos.


Este conjunto de nuevas posibilidades creativas en este ámbito generó un cúmulo de ideas y argumentos de científicos que provienen de centros especializados de investigación en robótica, cibernética, nanotecnología, ingeniería genética, biotecnología, informática, etc.



La integración hombre-máquina


Entendemos por integración hombre-máquina un tipo especial de relación entre el sistema humano y el sistema mecánico, en el cual se evidencia una disolución de los límites entre ambos sistemas y en donde, a raíz de esta disolución, se puede decir de ellos que son en cierto grado homogéneos -dos sistemas son homogéneos si pertenecen a un mismo género, a un mismo conjunto de cosas semejantes entre sí por tener uno o varios caracteres comunes.


El elemento central de la definición radica en la disolución de las fronteras o de los límites que separan a los dos sistemas. Es razonable pensar que esta pérdida, confusión o mezcla de fronteras entre el sistema humano y el sistema mecánico puede ocurrir en dos sentidos distintos: o el humano tiende a la máquina; o la máquina tiende al humano.


Estos dos escenarios de disolución de fronteras entre hombres y máquinas corresponden, respectivamente, a dos tipos de integración:


Integración endógena: es la expansión de capacidades naturales humanas por medio de componentes artificiales -noción de prótesis. La tendencia a potenciar al ser humano por medio de artilugios mecánicos deriva, progresivamente, en una maquinización de lo humano.


Integración exógena: es la replica y proyección en el modelo mecánico de las configuraciones naturales del humano. La tendencia a simular artificialmente al ser humano deriva, progresivamente, en una humanización de la máquina: la pérdida de fronteras entre ambos sistemas radica aquí, de modo inverso al caso anterior, en el acercamiento de las máquinas a los humanos.


Cibernética y Sociedad


En el afán de mimetizar al ser humano, pueden advertirse dos caminos separados pero vinculados estrechamente: la mimesis corporal o física (reproducción de las configuraciones del cuerpo humano) y la mimesis mental o cerebral (reproducción de los mecanismos lógicos del cerebro humano).


La mimesis (imitación) del cuerpo halla su máquina arquetípica en el autómata antropomorfo; la mimesis del cerebro encuentra su máxima expresión en la inteligencia artificial. Ambos caminos se dan la mano en el autómata antropomorfo.


Inteligente Autómata: Máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado.


Antropomorfo: Que tiene forma o apariencia humana.


Inteligente: Bien dotado de facultad intelectiva.


Los autómatas antropomorfos inteligentes (AAI) son así máquinas dotadas de facultad intelectiva, que tienden al ser humano en apariencia o forma y que tienen en su interior los principios que rigen sus funciones, movimientos y decisiones.


Los modernos autómatas antropomorfos inteligentes (MAAI), AAI mejorados merced a la utilización de las nuevas tecnologías, encuentran su máxima expresión en el androide, ser artificial detalladamente diseñado por medio de estas nuevas tecnologías que incorpora en su interior elementos biológicos y mecánicos asimilados en un nivel micrológico, y cuya apariencia exterior y funcionamiento general lo convierten en casi indistinguible de su modelo humano.


Las nuevas tecnologías sitúan a los modernos autómatas en un lugar especial, distinto de los antiguos autómatas: los androides de hoy son más reales, más perfectos y más vivos, que en cualquier otro punto de la historia de la humanidad.


Tecnologías de la información y tecnologías genéticas


Las nuevas tecnologías genéticas aplicadas a la creación de AAI han permitido la inclusión, a un nivel genético, de partes biológicas en los componentes mecánicos, dando lugar a sistemas de naturaleza mixta con mayores grados de definición mimética. Así, estas tecnologías sitúan, como dijimos, a los modernos autómatas en un lugar radicalmente distinto de los antiguos autómatas: los actuales seres artificiales son más reales, más perfectos, más vivos y más fidedignos, que en cualquier otro punto de la historia de la humanidad.


De la combinación explosiva entre las nuevas tecnologías de la información y las nuevas tecnologías genéticas (que permiten una elaboración detallada de seres artificiales mitad máquina mitad organismo dando así lugar a mayores grados de definición mimética), nace el androide, ser artificial con extremada capacidad de cálculo y detalladamente diseñado que incorpora en su interior elementos biológicos y mecánicos asimilados en un nivel micrológico, y cuya apariencia exterior y funcionamiento general lo convierten en casi indistinguible de su modelo humano.



La integración endógena (o máquinas que resultan de una lógica de construcción extensiva)


Todo instrumento es extensión de alguna facultad humana, psíquica o física. La rueda es una extensión del pie. [...] La ropa, una extensión de la piel.

Marshall MacLuhan


El medio es el mensaje


La inserción de tecnología en el cuerpo descansa sobre las bases de una concepción particular del ser humano que hunde sus raíces en el dualismo cartesiano y que da lugar a una noción del cuerpo como máquina y, por ello, susceptible de ulterior mecanización.

La constante inserción de artefactos tecnológicos en el organismo humano ha dado lugar a la noción de ‘cyborg’, término que resulta de la unión de cybernetic y organism (organismo cibernético), y que apareció por primera vez en un informe militar a fines de la década del cincuenta.


Llamamos cyborg a un ser humano corregido en sus defectos y carencias, y a la vez potenciado en sus facultades, mediante el empleo y la implantación de tecnologías protésicas en su organismo.



La prótesis como extensión tecnológica de capacidades naturales


La ampliación por la tecnología o prótesis es un acoplamiento a la materia para transportarla a otro estado aumentado (Aguilar Garcia 2003).


Wiener afirmaba en 1948 que uno de los incipientes campos prácticos de aplicación de los conceptos cibernéticos era el de las prótesis substitutivas de extremidades o sentidos mutilados o paralizados (Wiener 1998,50).


Más tarde, en 1964, escribía: “[...] dejemos al hombre las cosas que son del hombre y a las computadoras las cosas que son de ellas. Esta podría parecer la política inteligente a adoptar cuando empleamos juntos hombres y computadoras en empresas comunes.


Sin duda, desde hace siglos el ser humano se sirve de toda clase de dispositivos protésicos que sirven para reparar faltas o expandir capacidades naturales. Sin embargo, en las últimas décadas, con el advenimiento de la biotecnología, la ingeniería biónica y de materiales, la electrónica molecular, etc., estos dispositivos se han hecho cada vez más perfectos, invisibles y funcionales, derivando en nuevas generaciones de prótesis cada vez más substitutivas de aquello que reemplazan y cada vez más intensificadoras de aquello que potencian.


El uso de prótesis fue extendiéndose gradual pero intensamente, destinándose no sólo al reemplazo de partes afectadas, sino también, cada vez más, al perfeccionamiento de partes funcionales o de partes inexistentes.


Según el cirujano y catedrático español Cristóbal Pera, a la reconstrucción que restaura anatómica y funcionalmente lo eliminado por la cirugía o lo desgastado por la enfermedad o por el uso, se añadirá progresivamente en la cirugía del siglo XXI la modificación del cuerpo por razones que no sólo son estéticas.


En la cirugía del siglo XXI, continúa Pera, las prótesis, copias del cuerpo normalizadas, codificadas y consumibles, serán el paradigma del objeto mediante el cual, en solitario o por acumulación en un mismo individuo, el cuerpo humano se irá transformando en artefacto.


Así, “la creciente variedad y disponibilidad de modelos de prótesis/artefactos que pueden ser introducidos en el espacio corporal, con fines funcionales y/o estéticos, transformará progresivamente al cuerpo humano en una compleja suma de artefactos, con una interfaz cada vez más extensa entre lo tecnológico y lo biológico, entre lo cibernético y lo orgánico, como en las futuristas criaturas conocidas como cyborgs, creadas por los escritores deciencia-ficción”.


Cyborgs y posthumanos en un mundo posbinario


La proliferación de tecnologías protésicas, y el surgimiento de dispositivos cada vez más amigables, promueven fantasías acerca del destino de la especie humana.


Si hubo un tiempo en que el ser humano era ontológicamente distinto de sus productos, las nuevas interfaces del hombre con los productos de la tecnología generan interrogantes sobre las fronteras entre lo natural y lo artificial. Así, las nociones tradicionales de subjetividad y entorno son puestas en cuestión merced a la llegada de un nuevo tipo de interfaz máquina/humano.


Según Francis Fukuyama, las nuevas posibilidades de clonación humana, el cultivo de órganos, el desciframiento del ADN y del genoma humano, los avances en neurociencias y en farmacología, etc., constituyen, todos ellos, ejemplos de las posibilidades que brindan las modernas biotecnologías de alterar la naturaleza humana conduciéndonos a un estadio posthumano.


Las nuevas tecnologías brindan la posibilidad de sobrepasar los límites impuestos por nuestra herencia biológica en una especie de deseo explícito de no reconocerse en el pasado, ni el origen orgánico biológico que nos constituyó.





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