La ética hacker del trabajo



Linus Torvalds afirma que, para el hacker, el ordenador mismo es entretenimiento, queriendo decir con ello que el hacker programa porque encuentra la actividad de programación interesante, emocionante y gozosa.


Por ejemplo, Vinton Cerf, al que a veces se denomina (el padre de Internet), comenta lo fascinante que resultaba la programación con estas palabras: “Programar tenía algo increíblemente atractivo”.


Steve Wozniak, la persona que construyó el primer ordenador personal real, no duda en referirse a la maravilla que suponía programar: “Era el mundo más fascinante”.


Los hackers programan porque para ellos los desafíos de la programación tienen un interés personal. Los problemas relacionados con la programación despiertan una curiosidad genuina en el hacker y suscitan su deseo de continuar aprendiendo.


Desde la época del MIT, en la década de 1960, el típico hacker viene despertándose de la siesta a primera hora de la tarde para ponerse a programar con entusiasmo, y persevera en sus esfuerzos, profundamente inmerso en la codificación, hasta altas horas de la madrugada.


Un buen ejemplo de ello es el modo en que la hacker irlandesa de dieciséis años Sarah Flanery describe su trabajo en el llamado algoritmo de encriptación Cayley-Purser; “Me embargaba una sensación de total entusiasmo... trabajaba constantemente días enteros hasta terminar, y era estimulante. Había momentos en que no quería parar”.


Richard Stallman, el gurú hacker de barba y cabellos largos, asiste a las reuniones sobre ordenadores con una toga y exorciza los programas comerciales de las máquinas que le traen sus seguidores.


A Eric Raymond, un conocido defensor de la cultura hacker, también se le conoce por su lúdico estilo de vida: aficionado a los juegos de rol, deambula por las calles de su Pennsylvania natal y por los bosques de los alrededores vestido como un sabio de la Antigüedad, un senador romano o un caballero del siglo XVII.


Al resumir el espíritu de la actividad del hacker, Raymond no duda en utilizar la palabra pasión, que corresponde a lo que Torvalds llama entretenimiento.


Esta relación apasionada con el trabajo no es una actitud que se encuentre sólo entre los hackers informáticos. Basta con mirar al mundo académico para encontrar un predecesor más antiguo.

Los hackers informáticos constituyen un ejemplo excelente de una ética del trabajo más general, a la que podemos dar el nombre de la ética hacker del trabajo, afianzada día a día, en la sociedad red, en la cual el papel de los profesionales de la información se halla en expansión.


La expresión de uso familiar “ética protestante del trabajo” tiene su origen, como es sabido, en el celebre ensayo de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905).


Weber empieza describiendo de qué modo la noción de trabajo como deber se halla en el centro del espíritu capitalista surgido en el siglo XVII. “Esta peculiar idea, tan familiar para nosotros hoy en día, pero en realidad tan poco natural, del deber en una profesión, es lo que más característico resulta en la ética social de la cultura capitalista y, en cierto sentido, constituye su fundamento.


Se trata de una obligación que el individuo se supone debe sentir y siente hacia el contenido de su actividad profesional, con independencia de en qué consista, en particular sin que importe si parece una utilización de sus facultades personales o sólo de sus posesiones materiales (como capital)”.


Weber continúa diciendo: “No sólo es un sentido de la responsabilidad absolutamente indispensable, sino en general también una actitud que, al menos durante los horarios laborles, escapa de los cálculos continuos sobre cómo ganar el salario habitual con un máximo de confort y un mínimo de esfuerzo. El trabajo debe, al contrario, realizarse como si fuera un fin absoluto en sí mismo, una vocación”.


El predicador protestante Richard Baxter expresó la ética del trabajo en su forma pura: “Es por la acción por la que Dios se ocupa de nosotros y nuestros actos; el trabajo es la moral así como el fin natural del poder”, y decir “oraré y meditaré [en lugar de trabajar] es como si un sirviente rechazara hacer un trabajo de suma dificultad y se limitara a cumplir sólo la parte más fácil y menor”.


Fiel al espíritu capitalista, Baxter aconseja a los empresarios que reafirmen en los trabajadores esta idea de hacer su trabajo lo mejor posible, convirtiéndola en un asunto de conciencia: “Un sirviente fiel de verdad realizará todo el servicio que debe en obediencia a Dios, como si Dios mismo se lo hubiera pedido”.


Baxter resume esta actitud refiriéndose al trabajo como una “vocación”, lo cual expresa muy bien las tres actitudes centrales de la ética protestante del trabajo debe ser considerado un fin en sí mismo, en el trabajo uno debe realizar su parte lo mejor posible y el trabajo debe ser considerado como un deber, que se lleva a cabo porque ha de ser realizado.


A diferencia de la ética hacker del trabajo, cuyo precedente se halla en la academia, para Weber el de la ética protestante se halla en el monasterio y no hay duda de que, si analizamos la comparación de Weber, podemos percibir muchas semejanzas.


En el siglo VI, por ejemplo, la regla monástica de San Benito exigía a todos los monjes que consideraran un deber el trabajo asignado, y a los hermanos haraganes les alertaba de que “la inactividad es la enemiga del alma”. Era inconcebible que los monjes pudieran discutir el trabajo que les era encomendado.


La regla monástica de San Benito explicaba incluso que la naturaleza del trabajo no importaba, porque el principal y superior propósito de la tarea no era en realidad hacer algo, sino dar una lección de humildad al alma del trabajador al hacerle cumplir lo que se le decía, un principio que parece seguir vigente en buen número de empresas.


En la Edad Media, este prototipo de la ética protestante del trabajo existía sólo en los monasterios y no influyó en la actitud predominante de la Iglesia, y mucho menos en la de la sociedad en general. Fue sólo con la Reforma protestante cuando el pensamiento monástico se diseminó por el mundo rebasando los muros del monasterio.


Weber sin embargo, hace luego hincapié en que, si bien el espíritu del capitalismo encontró en la ética protestante su justificación esencialmente religiosa, pronto llegaría a independizarse de la religión y empezaría a actuar conforme a sus propias leyes.


En nuestro mundo de globalización, es preciso entender el término ética protestante del mismo modo en que entendemos una expresión como la del amor platónico. Cuando decimos de alguien que ama a otra persona platónicamente, no queremos decir con ello que sea un platónico, en el sentido de un adepto seguidor de la filosofía y metafísica de Platón.


Podemos atribuir una relación platónica a cualquiera, con independencia de la filosofía, religión o cultura que pueda suscribir. Del mismo modo, podemos hablar de la “ética protestante” de alguien haciendo caso omiso de cuál sea su fe o cultura.


Elevar el trabajo a la condición de lo más importante en la vida es uno de los síntomas de la ética protestante, hasta el extremo de poder convertirse en una adicción al trabajo que conduzca a la completa desatención de los seres queridos.


De este modo el trabajo se realiza con las mandíbulas prietas y con una actitud de atormentada responsabilidad, al punto de que la mala conciencia aflora cuando no se puede cumplir con el trabajo debido a un problema de salud.


La naturaleza radical del hackerismo consiste en su propuesta de un espíritu alternativo para la sociedad red, un espíritu que finalmente cuestiona a la ética protestante. Y sólo en este sentido cabe afirmar que todos los hackers son realmente crackers: porque intentan romper el cerrojo de la jaula de acero.



El propósito de la vida


El desplazamiento de la ética protestante no se llevará acabo de la noche a la mañana. Llevará tiempo, al igual que sucede con los grandes cambios culturales.


La ética protestante se halla tan profundamente enraizada en nuestra consciencia presente que, es pensada como si fuera la “naturaleza humana”, cuando, sin lugar a dudas, no lo es. Tanto la ética protestante como la hacker son, desde un punto de vista histórico, singulares.


La idea de trabajo expresada por Richard Baxter era por completo ajena a la iglesia pre protestante. Antes de la Reforma, los clérigos tendían a dedicar el tiempo a preguntas como la de ¿hay vida después de la muerte?, pero ninguno de ellos se preocupaba por si después de la vida, había trabajo. El trabajo no formaba parte de los ideales supremos de la Iglesia. D


Los hombres de la iglesia anterior al protestantismo entendieron el trabajo, el “duro esfuerzo”, como un castigo. En la literatura de los iluminados medievales, en la que se habla de las imágenes del Infierno que tienen los eclesiásticos, las herramientas de trabajo ponen de manifiesto toda su auténtica naturaleza de instrumentos de tortura: los pecadores aparecen castigados con martillos y otros útiles.


La vida apasionada


Situada en este amplio contexto, resulta sencillo considerar que la ética hacker, entendida no sólo como la ética del programador informático sino como un desafío social de carácter genérico, se asemeja mucho más a la ética pre protestante que a la ética protestante.


Se podría decir que para los hackers el propósito de la vida está más próximo al domingo que al viernes. Pero sólo más próximo ya que en última instancia la ética del hacker no es idéntica a la ética pre protestante, que aspiraba y preveía un paraíso donde la vida no comportaba hacer nada.


Los hackers quieren cumplir sus pasiones y están dispuestos a admitir que ni siquiera el cumplimiento de las tareas que les resultan interesantes es siempre una rotunda bendición.


Para los hackers la palabra pasión describe bien la tendencia general de su actividad, aunque su cumplimiento no sea en todos sus aspectos un puro juego gozoso. Apasionada y creativa, la actividad del hacker comporta así mismo trabajo duro. Raymond no duda en decir en “Cómo ser un hacker”; “Ser un hacker es muy divertido, pero es un tipo de diversión que comporta mucho esfuerzo”.


Este esfuerzo resulta necesario para crear cualquier cosa que sea un poco mejor. Si es preciso, los hackers están dispuestos también a realizar las partes menos interesantes que sean necesarias para la creación del todo.



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